En la revelación especial Dios mismo se aproxima a nosotros directa y personalmente hablándonos en palabras. Esta revelación especial ha sido entregada de diferentes maneras a lo largo de los siglos. Durante la era del Antiguo Testamento, hubo seis formas principales de revelación (Manifestaciones diversas, El ángel de Jehová, Voz audible, Moisés, El urim y el Tumin y profetas), y durante la era del Nuevo Testamento, cuatro (Juan, Jesús, Apóstoles y Profetas).
Durante el periodo intertestamentario (entre la restauración tras el exilio hasta Juan) cesó el ministerio de los profetas, durante ese tiempo no pudo hallarse la autoridad de la voz de Dios en profetas vivos, y el pueblo estuvo a la espera de futuros profetas, sin embargo Malaquias había enseñado a los israelitas cuál era su deber. Sus últimas palabras: (Malaquias 4.4) “Acordaos de la Ley de Moisés” les dirigían hacia la Palabra escrita, en lugar de la profecía hablada, y subrayaban la necesidad de entender y practicar la ley. La Palabra de Dios ya no les llegó por voz de hombres, sino en la Palabra escrita.
Luego vino Cristo, Él es la verdad encarnada. La verdad enseñada por el Espíritu a los Apóstoles es la verdad de Cristo. Los apóstoles de Cristo tenían su responsabilidad como guardianes de la verdad era, de transmitir a otros lo que habían recibido del Señor para que sus oyentes pudieran aferrarse a esas enseñanzas no alteradas. Al igual que los profetas del Antiguo Testamento, no eran creadores ni perfeccionadores de la verdad revelada sino anunciadores. Por esta razón sus enseñanzas habían de ser recibidas como del propio Jesús. Aceptar el mensaje de los apóstoles era estar en armonía con Dios, no aceptarlo era estar alejado de Dios.
Mientras los apóstoles vivieron, transmitieron esta verdad predicando y escribiendo, pero la gente comenzó a tener miedo de lo que podría ocurrir a la verdad cuando los apóstoles fallecieran. Por esta razón Pablo le escribió su última carta a Timoteo enseñándole donde buscar toda la verdad cuando los apóstoles hubieran desaparecido (1ª Timoteo 4,12-16).
Las Escrituras son la depositaria de toda la verdad (2ª Timoteo 3,14-17).
Pablo utilizo el término ‘las Sagradas Escrituras” para referirse al Antiguo Testamento. De las Escrituras del Antiguo Testamento Pablo pasó a dirigir la atención de Timoteo a ‘toda la Escritura”. Timoteo no debía prestar atención solamente al Antiguo Testamento el cual conocía desde que era niño, sino a toda la Escritura, pues toda la escritura, tanto el Antiguo Testamento como las Escritura cristiana que estaba en formación, era inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, en todo lo que agrada a Dios.
Para que una obra sea buena debe provenir de la fe, ser ordenada por Dios y ser hecha para su gloria. Las Escrituras enseñan a un hombre lo que Dios requiere de El. No hay doctrina que sea necesario creer, ni deber que sea necesario cumplir, de los que la Escritura no nos de la suficiente información para capacitarnos para creer y obedecer a Dios.
Al final de la época del Antiguo Testamento, la Palabra de Dios dejo de venir por voz de hombres y lo hizo por la Palabra escrita. El fallecimiento de los apóstoles trajo consigo de nuevo aquella situación, la verdad revelada por medio de Cristo, los apóstoles y los profetas de la época del Nuevo Testamento fue depositada en el Nuevo Testamento.
Leer Mateo 4,4-10
La suficiencia de la Escritura quiere decir que la Biblia contiene todas las palabras de Dios que él quería que su pueblo tuviera en cada etapa de la historia de la redención, y que ahora contiene todo lo que necesitamos que Dios nos diga para salvación, para confiar en él plenamente y para obedecerle perfectamente.
La suficiencia de las Escrituras no significa que todo lo que necesitamos saber se menciona explícitamente en la Escritura, algunas se mencionan de manera implícita, se puede deducir de ellas por buena y necesaria consecuencia. Lo que esta necesariamente contenido en ella (ya sea de manera explícita o implícita), tiene la autoridad de la Escritura misma.
¿Suficiente para qué? La Escritura es suficiente para mostrarnos el camino de la salvación, suficiente para conseguir el propósito de la revelación redentora. La confesión de 1689 dice: “todas las cosas necesarias para su propia gloria (la gloria de Dios), la salvación del hombre, la fe y la vida”. Se trata de la suficiencia para la redención del hombre tanto individual como colectivamente en toda esfera ética y religiosa de la vida.
Al decir que la Escritura es suficiente para alcanzar el propósito de la revelación redentora, estamos diciendo que no necesita ser suplementada con nuevas revelaciones (como algunos pretenden) o por las tradiciones de los hombres (demandas extra-biblica, como hacen algunas iglesias). Leer 2 Timoteo 3.15-17.
La suficiencia de la Escritura no anula la necesidad de orientación por providencia, ya sea por palabras proféticas, sueños, impresiones, visiones y otros medios; no hacerles ningún caso a esos medios podría ser un error, pero guiar nuestras vidas basados en fenómenos extraordinarios, en lugar de la clara revelación bíblica, será un fracaso. ¿Qué debemos buscar en la Biblia?