3.1 Temas Teológicos de los Libros Prófeticos

La perspectiva de redacción de la parte narrada de estos libros bíblicos y de la mayoría de los libros proféticos es divina. El narrador sabe qué está pasando en diferentes lugares a la vez, y sabe lo que está pensando y sintiendo los personajes. Los libros proféticos dan el concepto de Dios sobre los eventos narrados en la parte histórica. Las excepciones a esta perspectiva son las poesías incluidas en la parte histórica (Jueces 5; 1 Samuel 2:1–10; 2 Samuel 22–23:7), y ciertos pasajes en los profetas (Jeremías 12:1–4; 32:1–25; Jonás 2; Habacuc 1 y 3 son algunos de varios ejemplos). Estos pasajes están escritos desde una perspectiva humana.

3.1.1. Dios y el ser humano

Como en el Pentateuco, la interacción entre Dios y el ser humano continúa como un hilo conductor de la narración en los libros histórico-proféticos.

3.1.2. Conocer a Dios

El desastre que registra el libro de Jueces fue debido a la falta de conocimiento de Dios: “y se levantó otra generación después de ellos que no conocía a YHWH, ni la obra que Él había hecho por Israel” (Jueces 2:10). Esta situación duró siglos hasta cuando YHWH llamó a Samuel en la noche y empezó a revelarse a su pueblo nuevamente: “la palabra de YHWH escaseaba en aquellos días, las visiones no eran frecuentes” (1 Sam 3:1) y “Samuel no conocía aún a YHWH, ni se le había revelado aún la palabra de YHWH” (1 Sam 3:7). El éxito de David fue debido a su cercanía y total confianza en Dios. Sus alabanzas en 2 Samuel 7:18–29 y 2 Samuel 22 muestran que conocía íntimamente a Dios.

Los profetas advierten que los problemas que el pueblo de Dios experimentan son debidos al hecho de no conocer a YHWH (Jeremías 5:4–5; 9:6; Oseas 5:4; Miqueas 4:12, por ejemplo). Invitan al pueblo a conocerle (Oseas 2:20; Joel 2:27). Y predicen un tiempo futuro y glorioso cuando todos le conocerán (Isaías 11:9; Jeremías 31:34; Ezequiel 38:23; Habacuc 2:14 y muchos más).

3.1.3. Obediencia/Desobediencia

El Pentateuco planteó el tema de obediencia/desobediencia en forma teórica con pocos ejemplos. Los libros histórico-proféticos ilustran y amplían el tema con ejemplos en casi cada capítulo. En Josué 1:8–9 Dios recalca a Josué que si él obedece la Palabra, todo le saldrá bien. La historia de la conquista confirma la verdad de esas palabras. Al final del libro, Josué anima al pueblo a obedecer para que Dios les siga bendiciendo. El libro de Jueces es la historia de las consecuencias de la desobediencia del pueblo al no poseer la tierra que Dios quiso darles. Los contrastes entre reyes desobedientes (Saúl, Salomón, Jeroboam, Acab) y los obedientes (David, Josafat, Ezequías, Josías) son tan obvios que no hay necesidad de comentarlos en detalle.

Las frases comunes, “hacer lo que le parece bien en sus propios ojos”, “hacer lo malo en los ojos de Dios”, y “hacer lo bueno en los ojos de Dios” son indicadores resumidos que alertan al lector de lo que debe esperar del relato que sigue y el personaje descrito. Como en el caso de Moisés, ningún ser humano es capaz de rendir una obediencia perfecta a Dios, pero en los libros histórico-proféticos surge el principio que aun el pecado más reprochable (por ejemplo lo que David cometió contra Betsabé y su esposo Urías) puede ser perdonado si el pecador confiesa su pecado a Dios y se arrepiente. En cambio, si la persona no reconoce que ha hecho algo malo y no se arrepiente, las consecuencias son terribles (ejemplos son Saúl, Jeroboam, y Acab).

La desobediencia parcial a Dios es lo que provocó a Elías en 1 Reyes 18:21, a advertir al pueblo a no vacilar entre dos opciones (Baal o YHWH). Todos los profetas confirmaron esa afirmación de Elías que es imposible disfrutar de las bendiciones de la obediencia si se anda en infidelidad, buscando también a los dioses de las naciones paganas (ver en especial Oseas y Ezequiel). Las historias de David y Salomón ilustran nuevamente la idea que el pecado del padre (David tuvo varios mujeres) será visitado sobre el hijo (Salomón tuvo mil y ellas desviaron su corazón de seguir solamente a Dios). Otra cosa que vemos en las historias de los reyes es la suma importancia de la obediencia del rey. Cuando el rey vive en obediencia, hay bendición para todo el pueblo, y al contrario si no obedece, hay maldición para todo el pueblo. Estos libros terminan con el templo derribado, el pueblo en exilio, y la ciudad capital en ruinas—todo como consecuencia de la desobediencia.

3.1.4 Bendición/Maldición

Las victorias registradas en la primera parte de Josué fueron bendiciones predichas como consecuencias de la obediencia (Dt 28:7). De igual manera, las aflicciones y derrotas registradas en Jueces fueron maldiciones causadas por el incumplimiento del pacto (Jueces 2:1–3; 6:8–10¸ 10:11–14). Cuando Samuel animó al pueblo a arrepentirse y volverse de corazón a YHWH en obediencia a su pacto (1 Sam 7:3–4), empezó la restauración de la nación que terminó en el auge bajo el reinado de David y Salomón. En ese período, el pueblo fue colmado de las bendiciones de Dios. La historia desde Salomón hasta Sedequías registra todas las maldiciones de Deuteronomio 28, debido a que el pueblo invalidó el pacto.

3.1.5. Dios toma la iniciativa y elige.

En el libro de Jueces, Dios intervino muchas veces a favor de su pueblo y eligió líderes carismáticos para sacarle de sus aflicciones. Se puede observar de las historias en Jueces, que la elección de Dios no depende de las cualidades de las personas. En verdad, parece que Dios usó a los jueces a pesar de sus muchas debilidades y sus muchos pecados. Otra cosa que notamos es que Dios frecuentemente elige al que parece menos destacado según criterios humanos (Débora porque es una mujer, Gedeón porque es el menos importante en su familia, Jefté porque es un hijo ilegítimo, David porque es el menor en su familia), y pasa por alto a las personas que humanamente parecen mejores (Saúl, los hermanos mayores de David).

3.1.6. El ser humano decide

Los libros histórico-proféticos confirman con muchos ejemplos la responsabilidad del ser humano de decidir qué camino escoger. Cuando David consultaba a YHWH y actuaba en obediencia a lo revelado, tuvo éxito. Cuando actuaba sin consultar a YHWH, fracasó. Una y otra vez en estos libros, Dios encarga al ser humano con la responsabilidad de decidir (1 Reyes 9:4–7; 11:38 y muchos más). Algunos de los profetas comentan de su incapacidad humana para la obra a la cual Dios les eligió (Isaías 6:5; Jeremías 1:7; Amós 7:14). Además, notamos en esta sección de la Biblia la gran importancia de ciertas mujeres, a pesar de que la cultura las subestimaba y menospreciaba. Rahab

tuvo un papel muy importante en la conquista de Jericó. Acsa, la esposa de Otoniel (el primer juez de Israel) tomó la iniciativa al pedir a su padre (Caleb) fuentes de agua. Ella dio ejemplo a todos los demás israelitas acerca de la necesidad de tomar posesión de la tierra que Dios les había dado (Josué 15:16–19; Jueces 1:12–15 la repetición exacta de esta cita enfatiza su importancia). Débora fue jueza y acompañó al ejército de Israel a la batalla. Jael fue quien mató a Sísara, el general de los enemigos de Israel. El ángel que anunció el nacimiento de Sansón apareció a su madre. Ella entendió el anuncio mientras que su esposo no pudo captar el significado de todo. Fue por la petición de la madre de Samuel (Ana) que nació el último juez de Israel, el que Dios usó para empezar la restauración de su pueblo. Hulda fue la profetiza que orientó a Josías acerca de qué reformas hacer y el futuro del pueblo.

3.1.7. Promesa/Pacto

Las victorias de David registradas en 2 Samuel 8 y los límites del reino bajo Salomón nombrados en 1 Reyes 4:21 indican que Dios cumplió su promesa de dar toda la tierra a Israel. La fidelidad de Dios a esta promesa implicaba la destrucción de los cananeos que habitaron esa tierra antes. En 2 Samuel 7, Dios agregó algo importante a los pactos y promesas que había hecho antes: la promesa de un rey, descendiente de David, que iba a tener un reino eterno conforme a la perfecta voluntad de Dios.

Al final de estos libros, el pacto había sido anulado por la desobediencia de su pueblo, la tierra prometida había vomitado al pueblo por su comportamiento abominable (Lv 18:25–28). El mismo pueblo fue reducido a unos pocos desplazados por la violencia, y la simiente prometida a Eva no aparece todavía.

Jeremías, mirando a través del Espíritu hacia el futuro, predijo un nuevo pacto (Jer 31:31) y Ezequiel anunció que Dios iba a dar a su pueblo un nuevo corazón y un nuevo espíritu (Ez 11:19). Los intentos de Dios de restaurar el ambiente del Edén a través de promesas y pactos con los seres humanos son postergados otra vez. Aunque Jeremías pudo ver que el exilio solo duraría 70 años, y aunque Isaías predijo que del rey Ciro de Persia iba a restaurar al pueblo a la tierra prometida, no hay seguridad acerca de cómo Dios va a hacer todo esto. Al final de Deuteronomio, fue claro que Dios iba introducir al pueblo en la tierra prometida por medio de una conquista militar. Al final de Reyes y los libros proféticos, existe la promesa que el pueblo regresará, pero no hay claridad sobre el medio que Dios va a usar para cumplirla. La visión de Isaías 53 de un siervo de YHWH que sufriría por los pecados de su pueblo no proporcionó la claridad necesaria acerca de qué iba a hacer Dios en esta crisis política, teológica y cultural.

3.1.8. Santidad/Descanso/Presencia de Dios

En el libro de Josué, el tabernáculo, el arca, y la pascua figuran todavía como importantes maneras de disfrutar la presencia de Dios. Después, la nación perdió conocimiento de Dios y empezó a tratar el arca cómo un amuleto que traía suerte o éxito (1 Samuel 4). Después de la captura y devolución del arca por los filisteos, Israel no sabía qué hacer con ella hasta cuando David hizo el intento de restaurarla al tabernáculo que en ese momento estaba en Jerusalén. A David se le ocurrió hacer una casa para Dios y Salomón cumplió con ese plan. Aunque Dios aceptó el templo y permitió que se observara su gloria allá, existe algo de duda si la construcción del templo realmente fue la voluntad de Dios.

La manera de experimentar la presencia de Dios todavía fue a través del sistema de sacrificios, pero Dios se manifestó con frecuencia a distintas personas para elegirlas y llamarlas a ministerios especiales (Gedeón, los padres de Sansón, Samuel, Isaías, Jeremías). Sin embargo, la presencia de Dios fue mediada más y más a través del ministerio profético, comenzando con Samuel y siguiendo a través de la historia narrada en los libros histórico-proféticos. Además, hemos notado que hay una tendencia al distanciamiento entre Dios y los profetas con el paso del tiempo.

Según los libros histórico-proféticos, la pascua fue celebrada en Josué 5 después de cruzar el río Jordán y antes del inicio de la conquista. No se registra otra pascua celebrada hasta 2 Reyes 23 cuando Josías descubre el libro de la ley y trata de restaurar el culto (unos 6–8 siglos después). Este aspecto de relacionarse con Dios a través de las fiestas anuales parece haber sido descuidado. Una excepción fueron los padres de Samuel quienes fueron anualmente a Siló (donde estaba el arca en esa época) para ofrecer sacrificios.

3.1.9 El Dios de los ejércitos

Un nuevo aspecto de Dios en su relación con el ser humano surge en Josué 5:13–15 donde el capitán del ejército de Dios aparece a Josué. El capitán aclara que no está a favor ni en contra del pueblo. En su oración pidiendo un hijo, Ana se dirige a “YHWH de los ejércitos” (1 Sam 1:11). De allí en adelante, esta frase aparece unas 245 veces en los libros histórico-proféticos (y algunas veces más en los Salmos y Crónicas).51 Este título para Dios implica que es un dirigente militar y el contenido de las citas significa que Él pelea para que se haga lo que es justo y correcto. No tiene favoritos ni hace acepción de personas. Igual puede pelear a favor de su pueblo cuando eso es lo justo, o en contra de su pueblo según el caso.

Este concepto de Dios como un guerrero que manda a su pueblo exterminar a otros pueblos y después usa pueblos paganos (Asiria y Babilonia) para disciplinar y casi exterminar su propio pueblo levanta un interrogante teológico acerca del carácter de Dios y la continuidad entre los dos testamentos. ¿Cómo es posible que el “Dios de los ejércitos” sea coherente con Jesús quien nos mandó amar a nuestros enemigos?

A través del estudio del Pentateuco y los libros histórico-proféticos descubrimos por lo menos los siguientes aspectos que ayudan a responder a este interrogante:

1. Vemos que los actos de salvación/redención de Dios hasta ahora siempre están acompañados con actos de juicio. Dios salvó a Noé y su familia con la misma agua que usó para juzgar al resto de la humanidad. Dios redimió su pueblo de la esclavitud en Egipto y juzgó a los egipcios quienes se opusieron a su voluntad para el pueblo. Dios salvó a su pueblo al cruzar el mar rojo y juzgó al ejército del Faraón cuando trató de hacer lo mismo. Así el juicio de Dios contra las naciones cananeas no es una cosa nueva. Lo nuevo es que usó al pueblo de Israel como el instrumento de juicio en lugar de ejecutar un juicio sobrenatural.

2. Dios sacó a los habitantes de Canaán por su pecado (Dt 18:12) y después sacó a su propio pueblo de la misma tierra por la misma razón. No mostró preferencia.

3. Dios perdonó a las personas paganas que se arrepintieron y expresaron fe en Él (Rahab y los gabaonitas) y les incorporó a su pueblo.

4.      El concepto de jérem, explicado en esta unidad, muestra que todo pertenece a Dios y Él tiene el derecho de reclamar al que niega en forma rebelde esta verdad.

5.      El propósito final de Dios es restaurar la situación del Edén donde Él puede “andar” en medio de la humanidad. El pecado es lo que obstaculiza este propósito. Las costumbres paganas e idolátricas de los cananeos que no fueron exterminados arrastraron al pueblo de Dios a la desobediencia. Dios quiso liberar a su pueblo de ese peligro, pero no le obedecieron por completo y Él fue obligado a juzgarles a ellos también.

3.1.10 Sustitución

El tema de la sustitución está presente únicamente en forma implícita en las historias narradas, porque el sistema de sacrificios continuaba. En los escritos proféticos, Isaías predice el sacrificio del siervo de YHWH en el capítulo 53 y él y otros profetas (Amós, Jeremías, Miqueas) critican el ofrecer sacrificios cuando la práctica ha degenerado en un ritual que no corresponde a un verdadero arrepentimiento: “No traigáis más vuestras vanas ofrendas… Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos; cesad de hacer el mal, aprended a hacer el bien…” (Is 1:13–17). La sustitución solamente sirve cuando el pecador se arrepiente con sinceridad y enmienda su camino.

3.1.11 Tierra

El Pentateuco llevó la historia hasta el punto inmediatamente antes de entrar en la tierra prometida. Los libros histórico-proféticos narran la conquista y eventual posesión de la tierra y después el exilio. En las promesas de dar la tierra al pueblo de Israel, la frase “tierra donde fluye leche y miel” hablaba de un lugar de abundancia que evocaba el Jardín del Edén. La realidad de la tierra prometida según estos libros fue diferente. Sin embargo, la promesa todavía queda para el futuro del pueblo de Dios según varios de los profetas.

Robert Simons, ed., Introducción a la Teología Bíblica, 1a ed. (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2019).

He aquí, vienen días — declara el SEÑOR — cuando el arador alcanzará al segador, y el que pisa la uva al que siembra la semilla; cuando destilarán vino dulce los montes, y todas las colinas se
derretirán. Restauraré el bienestar de mi pueblo Israel, y ellos reedificarán las ciudades asoladas y habitarán en ellas; también plantarán viñas y beberán su vino, y cultivarán huertos y comerán sus frutos. Los plantaré en su tierra, y no serán arrancados jamás de la tierra que les he dado—dice el SEÑOR tu Dios.

(Amós 9:13–15)

Aun la generación que vivió cuando David y Salomón eran reyes no alcanzó a tener la bendición que Dios quiso derramar sobre ellos debido a la desobediencia y la falta de fe. Pero eso no anuló la promesa de Dios ni frustró para siempre su propósito, sino que lo postergó hasta un tiempo futuro. La tierra que Dios dio a su pueblo debería haber sido el lugar donde Él “andaba” en medio de ellos, pero por su terquedad y rebeldía, no sucedió así.

3.1.12 Ministerio profético

En el libro de Josué, Dios continuó hablando directamente con Josué, pero en Jueces, Él empezó a usar profetas (Jueces 6:8). Samuel ejerció el ministerio profético (1 Samuel 3:20; 9:9) y después de su muerte, el ministerio profético gradualmente aumentó en frecuencia hasta el tiempo entre la conquista de Israel por los asirios (720 a.C.) y la conquista de Judá por los babilonios (587 a.C.). Todos los profetas de esta época eran siervos del pacto mediado por Moisés. Ellos denunciaron los pecados de Israel como violaciones del pacto mosaico y predecían las consecuencias estipuladas en el pacto (las maldiciones registradas en Levítico 26 y Deuteronomio 28). Aun las predicciones de un arrepentimiento y restauración fueron conformes a lo que Dios había revelado a través de Moisés.

3.1.13. Ministerio de intercesión

En dos ocasiones, Samuel apareció con un ministerio de intercesión por el pueblo (1 Samuel 7:5, 8 y 12:19–23). Cuando Salomón dedicó el templo, él oró a Dios y planteó todo tipo de pecado pidiendo que Dios escuchara al pueblo a pesar de cada uno. En Isaías 1:15, Dios afirma: “cuando extendáis vuestras manos, esconderé mis ojos de vosotros; sí, aunque multipliquéis las oraciones, no escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre”. En Jeremías 11:14 el Señor manda a su profeta, “Pero tú no ruegues por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración; porque no escucharé cuando clamen a mí a causa de su aflicción”.

También, en el libro de Jueces, las primeras veces que el pueblo clamó a Dios, dice que Él levantó un libertador (Jueces 2:16; 3:9, 15), después, en el caso de Jefté, Dios respondió al clamor del pueblo con la frase: “Id y clamad a los dioses que habéis escogido; que ellos os libren en el tiempo de vuestra aflicción” (10:14). Todo esto parece indicar que existen límites a la eficacia del ministerio de intercesión y que los resultados dependen en parte de la obediencia y el arrepentimiento del pueblo.

3.1.14. El remanente

Este es un tema nuevo en esta sección de la Biblia hebrea. La primera insinuación de la existencia de un remanente fiel en medio de un pueblo corrompido y desobediente ocurre en 1 Samuel 1–3. La familia de Elcana y Ana, y después el comportamiento de Samuel está en contraste completo al comportamiento del sacerdote Elí y de sus dos hijos. La situación al final de Jueces muestra una sociedad sin principios que está al borde del colapso total. De esa sociedad, emerge esta familia que busca a Dios, ora con fe, y cumple con sus obligaciones y promesas. De esta familia, surge Samuel, el que Dios usa para restaurar el pueblo.

Años más tarde, el profeta Elías cree que él es la única persona en todo Israel que ha permanecido fiel a Dios, cuando YHWH le informa que hay otros siete mil que Él ha preservado (1 Reyes 19:18). En 2 Reyes 19:30–31, Isaías profetiza que quedará un remanente de Judá que sobrevivirá al ataque de los asirios. Después, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós, Abdías, Miqueas, y Sofonías hablan de un remanente fiel en medio del pueblo, que experimentará la misericordia de Dios y será restaurado y redimido.

3.1.15. El rey

Deuteronomio 17:14–20 habló de ciertas leyes que aplicarían cuando el pueblo quisiera un rey. Pero el tema de Dios como el Rey de Israel comienza cuando el pueblo ofrece a Gedeón el puesto y él responde: “No reinaré sobre vosotros, ni tampoco reinará sobre vosotros mi hijo; YHWH reinará sobre vosotros” (Jueces 8:23). Cuando el pueblo insistió que quería un rey como todas las demás naciones, Dios dijo: “me han desechado a mí para que no sea rey sobre ellos” (1 Sam 8:7). Samuel les advierte: “Si teméis a YHWH y le servís, escucháis su voz y no os rebeláis contra el mandamiento de YHWH, entonces vosotros, como el rey que reine sobre vosotros, estaréis siguiendo a YHWH vuestro Dios. Pero si no escucháis la voz de YHWH, sino que os rebeláis contra el mandamiento de YHWH, entonces la mano de YHWH estará contra vosotros, como estuvo contra vuestros padres” (1 Sam 12:14–15).

La historia de los reyes de Israel y de Judá demuestra la verdad de este dicho de Samuel. El rey que reinaba bajo la autoridad de Dios traía bendición al pueblo, pero el que se apartaba de obedecer a Dios traía desgracia y desastre a todo el pueblo. El ministerio de los profetas mostraban que el profeta que hablaba en nombre de Dios tenía más autoridad que el mismo rey. Aunque estos libros no mencionan la frase “reino de Dios”, que aparece tantas veces en los evangelios, el concepto está claramente presente desde Gedeón en adelante.

RELACIÓN ENTRE TEMAS

Los libros histórico-proféticos agregan muchos ejemplos que resaltan la importancia de cada uno de los temas que surgieron en el Pentateuco. Nuestro conocimiento de Dios crece en esta sección de la Biblia a través de la introducción del tema secundario de “YHWH de los ejércitos” y a través del tema de Dios como el que reina sobre su pueblo (a veces a través de reyes humanos). Otra adición a nuestro conocimiento es la idea de un remanente fiel dentro de un pueblo apartado de Dios.


La relación entre los temas todavía resalta el concepto de Dios haciendo todo lo posible para reparar el daño que el pecado había hecho a la relación entre Él y la humanidad, la relación entre los seres humanos, y la relación entre los seres humanos y el resto de la creación. Podemos notar que Dios se relaciona menos y menos en forma directa con el ser humano (como con Abraham y Moisés). Su forma de relacionarse está cambiando gradualmente. Al final de los libros histórico-proféticos Él gobierna a través del rey humano, habla a través del profeta o de las escrituras, y acepta ofrendas a través de los sacerdotes. Sacó su pueblo de la tierra prometida (como sacó a Adán y Eva del jardín) y su presencia gloriosa se había apartado del templo. Ahora, la única esperanza de que su propósito se vaya a cumplir está en las predicciones proféticas de una restauración basada en un nuevo pacto y un misterioso siervo que sufre por los pecados del pueblo.

Referencia

Robert Simons, ed., Introducción a la Teología Bíblica, 1a ed. (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2019).
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