Ahora nos corresponde preguntarnos con toda radicalidad cuál es el objeto, fundamento y sentido de la teología como forma de pensar y de hablar. Algunos intentan legitimar la teología como filología de los textos bíblicos, como historia de las experiencias religiosas dentro del cristianismo o como propuesta de los ideales éticos y las instituciones sociales, jurídicas y políticas surgidas de la iglesia. En una palabra, intentan reducir la teología a cultura.
La teología solo tiene fundamento, sentido teórico y legitimidad pública cuando se apoya sobre estos cuatro fundamentos: la revelación, la fe, la existencia en comunidad y el dogma.
Entre los años diez y treinta del siglo pasado, el modernismo del lado católico y el liberalismo del lado protestante forzaron a la teología a redescubrir su fundamento y a mostrar su diferencia específica, y desde ella legitimidad histórica. En un sentido Barth y en otro Guardini son los exponentes de este retorno a la raíz fundadora de la teología. La revelación es el hecho fundante de la teología. La particularidad de la revelación de Dios en los profetas, apóstoles y Cristo es constitutivo del cristianismo.
El segundo fundamento de la teología es la fe. Esta es posibilitada por la revelación en cuanto palabra que espera y hace posible la respuesta correspondiente; y es subsiguiente a la conversión como trasferencia de la propia persona al universo personal de Dios en Cristo, hasta el punto de poder decir: ¨ya no vivo yo; es Cristo quien vive en mí¨.
La fe le permite al ser humano percibir que, detrás de los textos, de los conceptos y de las instituciones humanas, hay realidad divina vivificadora y que por ella se puede poner en juego la existencia entera.
La teología no es un saber conceptual de posibilidades o de hipótesis. El teólogo se confía a Dios y quiere ser su altavoz: que hay realidad divina comunicada a los humanos, a la que ellos pueden corresponder con la palabra, la vida y la reflexión.
La real teología, que confiere la fe, únicamente es posible en la iglesia, porque solo en la iglesia la fe del cristiano es plena. No me refiero a una organización jerarquizada y visible que reclame ser la representante universal de Dios. La iglesia es el destinatario de la revelación y en cuanto tal el sujeto primero de la fe. Dentro de ella lo es personalmente el creyente. Ella es, en consecuencia, el sujeto de la tradición de la palabra de Dios y de su interpretación. Cada uno de nosotros estamos tentados a ver tan solo una dimensión de la realidad revelada, aquella que es más cercana a nuestras convicciones y deseos, la que nos confirma en nuestras opiniones, hasta el punto de dejar en silencio, negar o no integrar en la vida de cada día aquellas otras dimensiones que nos contradicen, ensanchan o recortan en nuestras peculiares apetencias. La revelación fue dirigida a sujetos individuales, mas no como privilegio o posesión individual, sino a las personalidades iniciadoras y corporativas, como son Abrahán, los apóstoles y Pablo, en cuanto cabezas del pueblo de Dios.
La teología es teología cristiana porque solo en ella hay garantía de encontrarnos con la palabra viva de Cristo y sus apóstoles, y no solo con nuestros sueños, deseos o genialidades, que pueden ser admirables, pero no salvan. Esta es una afirmación compartida por la teología católica y la protestante, y dentro de ésta por la liberal de Schleiermacher y la dialéctica de Barth. Este, en aquellos años decisivos de 1930-1935 en que los poderes ideológicos querían servirse de la teología para sus propios fines, inicia su ingente obra en catorce tomos con este título programático: ¨Dogmatica de la Iglesia¨.
La iglesia es la destinataria y receptora, guardiana y garante de la revelación de la que cada creyente tiene que vivir, recibiéndola y aportando a su comprensión. La iglesia es la portadora y proponente de la verdad de Cristo para el mundo. Así libera a los seres humanos de creer en nada humano, para creer en Dios y solo en él, tal como ha querido revelársenos y que le acojamos. Creer en el sentido teológico estricto solo se puede creer en Dios y la única actitud correspondiente en el ser humano respecto de Dios es la fe. Lutero repetía: ¨Fe y Dios se copertenecen¨, decir, creer solo se puede creer en Dios, y la única actitud connatural ante Dios es la fe. La iglesia es así la mediación creada por Cristo y animada por su Espíritu para que los creyentes logremos la inmediatez con Dios.
Dogmático ha venido a ser sinónimo de autoritario y de violento. A la vez, hablar de una iglesia dogmática parece equivalente de una iglesia sin libertad, que exige el asentimiento acrítico a procesos o decisiones impuestas. Se ha usado mal en término. Dogma es término filosófico y jurídico antes de ser usado en la iglesia, y significa opinión, decisión, esclarecimiento, interpretación normativa. En nuestro caso se trata de las decisiones y definiciones que bajo la guía de los apóstoles y la acción interior del Espíritu Santo la iglesia ha ido tomando para interpretar la tradición apostólica cuando era negada o no aparecía clara, para mantener la unidad dentro de ella, para excluir las herejías. Decir dogmas es decir verdad concreta, límite aceptado, regulación comunitaria establecida por la autoridad competente, decreto (veáse Hechos 15,1-31): con la decisión que toman los apóstoles, ancianos, toda la iglesia y el Espíritu Santo explicitada en una carta que deben entregar a los hermanos y con la cual queda decidida la cuestión.
Los dogmas, comprendidos como decisiones normativas para la iglesia mediante las cuales se esclarece la doctrina recibida de Cristo y se incluye o se excluye a determinados miembros en la comunidad de creyente, están ya presentes en el Nuevo Testamento.