Al crecer la Iglesia más allá de los confines de Jerusalén y comenzar a extenderse por el mundo, se hizo totalmente necesario que la verdad que conducía a la Iglesia fuese escrita de manera permanente. Se escribieron cartas de instrucción a iglesias y a individuos. Estas veintiuna cartas, que han sido preservadas en nuestro Nuevo Testamento, fueron escritas casi exclusivamente por apóstoles. Ellas fundamentaron a la iglesia en su fe, y garantizaron un cuerpo autoritativo y coherente de verdad por medio del cual viviese la iglesia.
Estas cartas son comúnmente llamadas “epístolas” que es sencillamente un nombre menos común para una carta. Una epístola tenía, como forma de comunicación, ciertas ventajas.
Una carta da más libertad al escritor, tanto en tema como en expresión, que un tratado formal. Una carta es por lo general algo circunstancial, o sea, que se escribe como consecuencia a alguna circunstancia que demanda que sea tratada con prontitud. El estilo de una carta depende mayormente de la circunstancia que la ocasiona. … Pablo empleó con frecuencia la forma epistolar para el propósito de comunicar instrucción y consejo. [1]
Las epístolas del Nuevo Testamento eran mucho más largas que las cartas normales que se escribían en aquellos tiempos. Las cartas literarias escritas por hombres como Cicerón y el filósofo Séneca tenían una media de unas 200 palabras, mientras que la carta media escrita por Pablo tenía unas 1.300; la escrita a los Romanos contiene unas 7.100 palabras.[2]
En este estudio, nuestro enfoque será mirar primero las trece epístolas escritas por el apóstol Pablo, y luego examinar las ocho cartas generales escritas por varios otros autores. Nuestro enfoque a las cartas de Pablo será cronológico, estudiándolas conforme aparecen en la historia y también dividiéndolas en cuatro grupos. Las ocho epístolas generales serán también estudiadas en orden cronológico.
[1] C. F. Hogg y W. E. Vine, The Episiles to the Thessalonians (Fincastle, Va.: Seripture Truth, 1959), p. 5
[2] 106. Robert H. Gundry, A Survey of the New Testament, ed, rev. (Grand Rapids: Zondervan, 1981), p. 245